Desprenderse de viejas interpretaciones
Cada vez que Marcos visitaba el hogar paterno, a celebrar acción de gracia, se enfrascaba en una pelea con su padre. Llegó un día en el que su padre tenía 75 años y él 40.
“Apenas me bajé del avión mi padre me saludó afectuosamente, la primera media hora todo iba bien hasta que empezamos a asumir nuestros roles habituales: sabía que apenas subiera al auto él comenzaría a recriminar mi forma de conducir y me herviría la sangre”.
“Apenas mi maleta bajó por la tolva, alargué la mano hacia ella y él me apartó para tomarla: otra parte del rito que no había cambiado en 20 años. Sin embargo, ahora tambaleó un poco al intentar levantarla: noté que estaba envejeciendo. Caí en cuenta que todo este tiempo había estado peleando con mi padre como si yo aún tuviera 7 años, y él fuera un adulto poderoso. No le quité la maleta porque es orgulloso y sorprendentemente no asumí el rol del niño arrogante que camina con su padre al estacionamiento. Comprendí que deseaba ayudar y esa era su forma de demostrar cariño. Fui consciente de mi transformación”.
¿Ves como se asoma una nueva realidad cuando nos desprendemos de viejas interpretaciones?
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