CONVENCER O MORIR / DEJARTE CONVENCER O SOBREVIVIR
Hace años conocí una canción que, sin haberla escuchado, con su sólo título capturó curiosamente mi atención: “Nunca se convence a nadie de nada”, del cantautor español Enrique Bunbury.
El mensaje puede dejar sumido, a quien lo reciba, en una escalofriante reflexión. ¿Por qué deberíamos convencer a alguien de algo? ¿para qué deberíamos inyectarle nuestra idea a todo aquel que tengamos en frente?
¿Qué % de gente de la ciudad, o de tu entorno, resulta difícil de convencer?
El sistema de creencias suele considerarse impenetrable, pero si esto fuera 100% cierto, no existirían los vendedores, ni los oradores, ni los políticos, cuya labor se centra principalmente en el proselitismo. Y no podemos dejar por fuera a los conquistadores o cortejadores. Ellos han estudiado la forma de encontrarle el lado de vulnerabilidad emocional al receptor que puede comprarles una idea.
Una abogada entrevistada para el desarrollo de este artículo manifestó que ella ya no se somete al desgaste de andar convenciendo a nadie. “Hay cosas más importantes que andar convenciendo, por ejemplo: VIVIR”, … ¿como hace con sus clientes? ¿cómo venderles un concepto de justicia en un país en donde reina la injusticia?
Podría esbozar Cuatro Categorías en el arte del proselitismo:
1. Convencerle de algo que le persona reconoce que le va a beneficiar. (Venta fácil y segura).
2. No lograr convencer a la persona porque esta percibe que no se beneficiará de gran manera. (Objeción fulminante al no entender lo que propone el que emite el mensaje).
3. No lograrlo porque la persona, a la que se intenta convencer, siente que tendrá que hacer un gran esfuerzo, aunque reconozca lo beneficioso de la idea.
4. Convencerlo de algo, aunque sospeche que la decisión no le será del todo beneficiosa. Lo cual alimenta el arrepentimiento post-venta.
Tradicionalmente, como en un rito folklórico o indígena, el emisor juega a convencer y el receptor a no dejarse convencer. ¿Quién gana? ¿bajo qué circunstancias se da el gana-gana?
Todos quieren vender pero a casi nadie le gusta que le vendan. Cuando algo que llevas (tangible o intangible) es notoriamente atractivo, todos te preguntan: ¿donde lo compraste?
Cuando algo que portas es desagradable, la gente te pregunta: ¿quién te vendió eso?
¿Afianzamos nuestra campaña de convencer a los demás, para que renuncien a sus malos hábitos y así todos salimos beneficiados? ¿o dejamos que cada quien ejerza su libertad como le viene en gana y el bien común permanezca maltratado?
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