Elfos adultos en Christmas show Pinarista 2025
Eran las 5:15pm del 18.12.2025, un piano en vivo sonaba detrás de la puerta de entrada al auditorio, mientras mi cara y la de mis 3 compañeras del “ala derecha” (así nos organizamos) reflejaban ansiedad, expectativa y esos nervios como de quién está a punto de saltar en bungee jumping. Después vino un silencio de 3 minutos que hizo sentir eterna la espera, pues nada que empezaba el violín de cascanueces: la señal para nuestro ingreso a sala. Allí, mi esposa Darling -como profesora de yoga- nos recordó la importancia de la respiración y todos nos recalcamos esa frase de “todo va a salir ok”. Sí, fue una inyección de paz, aunque allá dentro nos espere un toro bravo llamado “Público”. Si nuestra participación en el Christmas Show pinarista 2025, fuese llevado a Netflix, esta sería la imagen con la que iniciaría el primer capítulo. Lo que sucedió en el escenario quedó capturado en video (ver aquí), por eso voy a centrar este artículo en lo que sentí, las reflexiones y algunas anécdotas curiosas que merodearon la cambamba.
¿Qué sentía yo hacia los Christmas show y eventos extracurriculares?
Transcurría el año 2022 y Emiliano no estaba escolarizado, una amiga (que había que sí tenía ya a sus 3 hijos en colegio) me contaba algunos pormenores: pedían plata “para todo” y, cuando se trataba de Christmas show, las cifras podían ser astronómicas. Y yo estaba de su lado: “Sí, son unos arbitrarios, creen que todo el mundo tiene para gastar”, apoyaba su decisión. Sin saber qué postura podía tener yo cuando estuviera realmente frente a la situación. Y cuando en 2024 estuve, dije: “Sí”, sin pensarlo dos veces. “Que mi hijo participe en un Xmas show, no es un gasto. Es la oportunidad para desarrollar skills que de otra manera no serían posibles”, me susurró el inconsciente. Depende cómo lo vea cada uno. ¿Cómo pude cambiar de parecer en tan poco tiempo? Hace 3 años, mi escala de valores priorizaba la austeridad (que en el fondo podía ser tacañería disfrazada) y eso fue dando un giro conforme nos fuimos abriendo post-pandémicamente al mundo.
En Diciembre 2024, cuando ya Emiliano estaba en el Pinar y disfrutamos su primera participación en el Xmas show. Asumí que, cada año en el evento, los padres debíamos solo ser espectadores. Y si así hubiese sido, era aceptable porque finalmente los niños son los protagonistas. Y sí, ¡no es mito! existen padres que somos precavidos de no robarle el protagonismo a los niños. Aunque el protagonismo no se roba, se comparte, como una llama que se transmite de una vela a otra ¿y qué resulta al final? todas las velas encendidas (no tuvo una que sacrificar su luz para que la otra brillara). Eso fue lo que comprendió Miss Sulma (rectora del colegio), en 2025, cuando me propuso que tanteara con los demás papás y mamás, a ver quién se le medía a una apertura corta y simbólica para darle paso a la presentación de los cursos. Y empezó la gestión, le confirmé a Mr Andres y Mr Leonardo -en Noviembre- que haríamos las veces de teloneros para activar al ambiente de las estrellas infantiles. Lancé la convocatoria a final de octubre, 12 mamás y 3 papás levantaron la mano, de los cuáles solo quedaron 9 (7 hombres y 2 mujeres) y ese era el número óptimo para que mi esposa decidiera liderar el proyecto. Hermes advirtió: “dale, me sumo con dos condiciones: 1. Que no sea algo de alta complejidad y 2. Pero que tampoco me pongan de árbol” jajaja. El hombre la tenía clara. Quedaban menos de 6 semanas, ¿cómo van a hacer? El tiempo se encargará de reacomodar las fichas. El destino juega al Tetris cuando predominan las sagradas intenciones.
No Tuvimos más de 10 ensayos y en ellos fluyeron todos los desafíos humanos: ponernos de acuerdo para la hora y lugar en cada encuentro, la canción que sonaría de fondo, el proveedor del vestuario, la decoración del set, los refrigerios, etc. ¿Hacemos una alta inversión en indumentaria o moderada? Karla acuño la frase: “quiero vestirme bien”, lo cuál desvirtuó cualquier posibilidad de hacer la presentación con un gorrito navideño del azar y cualquier harapo. Como en cualquier grupo, no estábamos obligados a estar de acuerdo en todo. Recuerdo que en el último ensayo, se asomó una controversia interesante: unos querían ver el video por cada pasada y otros preferíamos hacer varias pasadas y luego ver el video de alguno. Ambas percepciones eran válidas. Sin embargo, nunca los desacuerdos llegaron a causar discordia. Al igual que el Junior campeón, este grupo también se caracterizó por el respeto y la unión. Por eso, cada vez que reflexionaba con mi esposa, hacíamos hincapié en la esencia que cada integrante le estaba dejando al equipo. Para analizar a la gente que estimo, suelo plantear un juego que consiste en imaginar que la personalidad de cada ser es música, y pregunto ¿a qué género musical corresponde su forma de ser? Pero ese ejercicio es más oral que escrito.
Les preguntaba en cada ensayo, ¿qué opina tu familia al verte en esto? Hermes dijo: “solo saben que vengo a ensayar pero nadie sabe nada, no he dado detalles”. Hermes se mantuvo en total Hermetismo.
Este grupo fue una oda a las ventajas de la diversidad y aquí describo la lectura que hice sobre cada uno:
Hermes: la jocosidad y la creatividad. Siempre rompía el hielo con sus comentarios joviales y además aportaba ideas significativas, así el arte no fuera la disciplina con la que se ganara la vida.
Linda: desde el ensayo #1 se le notaba en su cara que era la más entusiasmada con la misión, su rostro reflejaba el regocijo de una niña y no me equivoqué, la noche después del performance tenía una inderribable cara de satisfacción. Además siempre dibujó, con su cuerpo, referencias de muchos pases.
Luz Caribe: Le sumó el factor de la mamá de 3 que quería sentir lo que es volver a la época escolar, con su alegría y espontaneidad generadora de confianza. Su madurez y determinación fue otro valor agregado. Además, nos abrió la puerta de su casa y eso vale un montón. Su conjunto se posicionó como “la casa de la selección”.
Valentina: una trabajadora incansable, ese tipo de personas que quiere tener todo claro todo el tiempo y, por ende, es super-necesaria en un grupo para ningún detalle quede escatimado. Steve jobs hubiese pagado millones de USD por tener a alguien así.
Karla: La que más tenía experiencia en danza. Desde antes de ser mamá, no participaba en cambambas danzísticas. Aportó la mayoría de movimientos en la coreografía y prestó dos veces el salón de su edificio.
Yusmi: si ella no hubiera estado en el equipo, esto hubiese sido un total caos, porque fue la persona que bajó a tierra todas las ideas y cada intención la transformó en acción: objetivos logísticos concretados, cotizaciones, gestiones en el centro. Por algo, está haciendo maestría en alta gerencia. ¿Fue la capitana del equipo? Ya me dirán los demás.
Nani: demostró resiliencia, casi se queda fuera del mundial porque sus horarios no le daban y sintió que si no asistía a los últimos cuatro ensayos no estaría en el acto final. Dio ejemplo de remontada, como ese equipo de fútbol que necesitaba ganar 4 partidos de 4 para clasificar y lo hizo. Además supo adaptarse a lo que estaba montado. Su esposo transportó las cajas grandes hasta el auditorio (dato no menor).
Darling: la única con bagaje escénico, ejerció un liderazgo ejemplar porque no despreció idea alguna, siempre estuvo dispuesta a escuchar y a buscar la manera de hacer que todo encajara. Nos llevó de la mano hacia el triunfo. Y no lo digo desde la visión de esposo enamorado.
Jairo: ¿cómo puedo autoanalizarme? (Mi otro yo será el que escriba los siguientes caracteres): tenía la responsabilidad de hacer malabares en 40 segundos del acto y tenía claro que nunca se había presentado ante más de 400 personas, mucho menos en una coreografía (salió de la zona de confort). Aunque lideró la iniciativa, una vez tenían constituido al grupo, entregó la dirección a quiénes sabían de esto y pasó a dejarse guiar.
El toro llamado “público” iba a ser super-indulgente con los errores, estaban allí para apoyar a sus niños y niñas, sin importar cómo lo hicieran. Nosotros pudimos haber aprovechado esa energía permisiva para haber realizado una presentación de mediana calidad y aún así poder decir que hicimos parte. Pero nadie quería dar poco de sí, en uno de los ensayos dije: “si habría que buscar un par de palabras para rotular este proceso, sería la <milla extra>”. Todos la dieron. Incluso supimos sortear la tentación que tiene todo grupo escolar que se reúne en casa de alguien a hacer tareas. La de “Mucho hablar, poco actuar”. Aunque sí nos encantó hablar y, aprovechar la ocasión, para comentar los propios desahogos de padres sobre la titánica crianza, alguien siempre supo interrumpir la cháchara para pasar a la práctica. Auto-regulación colectiva, en pro de una digna creación colectiva.
Me dedico a coleccionar momentos sagrados y este -sin duda- está para enmarcar. Aunque, llevo meses escuchando una filosofía llamada quinto nivel, en donde insisten que una persona no debe quedar atrapada a algún momento. Ni catastrófico, ni glorioso. Porque ambos extremos preocupan. Sigo desarrollando la madurez para pasar rápido la página de las derrotas y de las victorias. Pero me va a costar pasar la página de ese momento tan glorioso, como posteó Linda -en su estado de whapp- el día sgte: “no lo supero”. “Yo tampoco”, respondí a su estado. Y es que, ¿cómo vamos a superarlo si este momento reúne variables tan particulares que rara vez se suelen dar? Y que, basados en el amor que sentimos hacia nuestros hijos, les dijimos: “sí, estamos acá con ustedes en el escenario, siendo niños otra vez, con errores y descoordinaciones pero con la intención de inmortalizar la ternura”.
Desde la previa del evento, se presagiaba una gran velada. Mi hijo Pascual se había dormido en el carro y lo mantuve en brazos toda la hora, mientras esperaba que mi mamá llegara a cargarlo. Muchas personas al verme con él, se ofrecieron a sostenerlo para que yo fuera a prepararme para el show. Esa actitud habla de la hermosa comunidad pinarista de la que hacemos parte. Siempre recalco que es el único colegio bilingüe en donde la gente no levita. Hasta que opté por entregarlo a alguna mamá sustituta que insistió en ayudar; eso sí, le indiqué la letra menuda de: “Gracias pero no respondo ante cualquier derrame úrico de sodio, potasio y cloruro. Kelly me dijo: “tranquilo, no ocurrirá”. Eso es tener fe. ¿Y qué me dicen de la aguja y el hilo que Yusmi gestionó con la señora del aseo del auditorio, a pocos minutos de salir a escena? a Nani se le había descosido el cierre del traje. ¿Alguna evidencia más de que todo estaba conspirando a nuestro favor?
Después de la gesta, nos fuimos a celebrar. Me propusieron ir a comer pizza, ¡bingo! Lo que más me gusta. Solo 3 padres de los allí presentes, llegamos con los atuendos de elfos. Mientras los demás se lo quitaron (no era cómodo) al abandonar el auditorio. Los que lucíamos el traje, parecíamos al tipo que no se lava la manos, durante una semana, porque así conserva el olor de la mujer soñada que le agarró la mano unos minuticos. Linda tenía una copa de sangría en la mano y una sonrisa de oreja a oreja. Hermes me hacía la competencia echando cuentos y haciendo análisis sobre lo ocurrido. Valentina, Karla y Darling me seguían la corriente sumando otras anécdotas; materia prima para mí, que tanto me gusta sobreanalizar los hechos positivos, debí haber sido periodista deportivo. Un final feliz de Disney nos quedaba chiquito.
¿Cómo nos fue?
¿Que si Tuvimos descoordinaciones? Seguro que sí. ¿Que si pudimos haberlo hecho mejor si hubiésemos tenido más ensayos? Seguro que sí. Sin embargo, fue perfecto así como se dio. Nos atrevimos y eso fue lo importante. Quedó en la memoria de nuestros corazones y de quienes fueron testigos.
En los ensayos, cuando realizábamos la parte de la pelota que lanzamos en ronda, estas solían caerse. El Jueves de la presentación no se cayó una. A mí también me costaba malabarear con ciertas condiciones lumínicas. Esa noche no se me cayeron las pelotas. A ciencia cierta, estuvimos protegidos por la máxima divinidad. La presión del público hizo que nuestros cerebros maximizaran la precisión. Además practiqué mi parte, más de la cuenta. Incluso la misma mañana de la presentación, me coloqué el vestuario y practiqué con él una media hora bajo el sol. Darling me dijo: “mira cómo lo dejaste sudado”. “De otra manera no me sentiría tranquilo”, respondí.
Durante el performance, Yo no escuché las risas del público. Darling sí, estuve tan concentrado que no percibí ese aliento masivo que me hubiese refrendado la satisfacción. Todos coincidimos que esos 4 minutos que duró la presentación, se sintieron como 30 segundos. Qué misteriosa es la noción del tiempo. Nuestra alegría en el escenario hizo que los errores pasaran a un 2do plano, y el público valoró que nos hayamos atrevido a hacer algo que despierta admiración. El estruendoso aplauso sacudió mi alma. Tantas semanas para que el público reconozca sonoramente un esfuerzo que, por supuesto, antes cada uno debió reconocer en si mismo.
Otro termómetro del éxito de la presentación, estuvo en lo que me dijo Laura, una mamá a la que también invité para que hiciera parte del grupo, pero me dijo que no (por motivos entendibles). Apenas me vio, expresó: “me arrepiento de no haber estado, pensé que iban a hacer algo que no iba a poder hacer, pero esto que hicieron me gustó y, desde ya, para la próxima me anoto”.
La alegría no me duró mucho. Porque todos habíamos dejado nuestros morrales al lado de los baños, donde nos cambiamos. Confiando en que el lugar era bastante seguro. Regresamos caminando y comentando la manera cómo nos sentimos. Y de repente están todos los morrales menos el mío, me pongo a preguntar en un lado y en el otro. Se había perdido. O alguien lo había robado. Sin embargo, no me exasperé. Era tanta la felicidad por el show que yo disponía de un inhabitual saldo de paciencia. A los 5 minutos de estar buscando el morral me fui a mi asiento, a disfrutar los actos de los niños. En algún momento aparecerá. Aunque mi inconsciente iba haciendo el cálculo monetario de lo que se había perdido. Hasta que, dos minutos después de haberme sentado, Linda me hace el guiño indicando que Nani lo había tomado por error. Me volvió el alma al cuerpo. Enseguida salí a avisarle la noticia a la señora del aseo, ella era la única que siempre estuvo cerca a los morrales y, al ver que yo no encontraba el mío, sospechó que yo podía acusarla. No hubiese sido capaz.
Al finalizar el evento, la rectora me dio un abrazo y me confesó que lloró cuando salimos al escenario. No alcancé a dimensionar lo mucho que para ella significaba nuestra participación en ese show. Me confesó que ella había querido que el año anterior eso se diera, pero no alcanzó a reunir Quórum. “Lo que más pretendo es construir comunidad”, me dijo. “Lo está logrando”, pensé. Los niños hicieron sus presentaciones después de nosotros y, por supuesto, se lucieron (esto da para otro artículo). Demostraron lo valientes que son para estar frente a un toro bravo. Eso los prepara para la vida. Los niños y las niñas brillaron y, de paso, nos ayudaron a brillar. Niños que despiertan el niño interior de cada mamá y papá.




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