Los Esperanzadores



Los vecinos sospechan del embarazo de Camila. Desean que pronto se haga público lo que se preñó en privado. En la urbanización “La Esperanza” añoran nuevas temas de conversación, hace rato que en la cuadra no ocurre nada extraordinario y no les queda otra que bostezar por las tardes mientras rascan sus barrigas desnudas en el sardinel, mirando lejos y suplicando: “¿Señor cuando me vas a enviar maná de chismes frescos?” 

<El estomago necesitan comida y los oídos comidilla> ... con esta premisa crecieron los “esperanzadores”

Efraín citó a la prensa para confesarles lo que ya no se podía tapar con un dedo: su emprendimiento había caído en ley de quiebra. Además de los periodistas, también asistieron 14 vecinos que en mecedoras celebraban por la ley de insolvencia: ¡Salud por la caída de esa farsa! ¡Ese tipo ni saludaba, se lo merece!

Con el tiempo, se incrementaron las matriculas en la facultad de periodismo. Los “esperanzadores” quisieron aprender a hacer preguntas punzantes para ahondar en los diferentes contubernios de sus semejantes.
Se volvieron adictos a las noticias constantes y confesiones aleccionadoras. 

En el año 2002 celebraron la masificación de redes sociales, puesto que allí inconscientemente la gran mayoría fueron haciendo públicos sus rollos personales, sentimentales y laborales: “Ayyy Dios ¿qué hago con esta situación” “Estoy triste porque no sé vivir sin Roberto” … voces que, en cascada, edificaron la realidad: se estaban echando la soga al cuello y no lo sabían.

A partir del 2010 hubo un gran obstáculo: el 70% de los ciudadanos culminaron un diplomado sobre “Control de la ansiedad”, adquirieron la astucia para que nadie les hiciera seguimiento: frenaron el hábito de postear compulsivamente. Adoptaron la costumbre de una publicación mensual, muy discreta, sin revelar mucho, desatando la furia de los que se comían las uñas esperando a que cada quien sacara a flote intimidades.

De la preocupación, los “esperanzadores” pasaron a la acción: reunieron firmas para que el dilema quedara en manos del congreso y la población tuvieran la obligación de pararse en la mediatorta del parque central: exponer novedades sobre sus vidas cada que valiera la pena notificar algo, o cuando la comunidad no aguantara más la sed de notificaciones. 

A las 3pm del día después de estrenada la legislación, Paula tuvo la valentía de ponerse de pie y divulgar las razones por las que prefirió ennoviarse con Pedro y descartar a Josué. La multitud tomó nota y aprendió sobre el desarrollo del suceso, hicieron un recorrido por la matriz de decisiones en la que, paso a paso, se podía evidenciar los 47 puntos con los que Josué quedó por debajo del marcador. 


La tribu de los “esperanzadores” se extinguió. La Ley causó más discrepancia que aprendizaje, los habitantes aprendieron a acomodar la realidad al antojo de los perseguidores. Dejando la moraleja sobre qué tan sano es estar al tanto de la vida del prójimo ¿sólo para sentirse en el derecho de mirar al otro por encima del hombro?

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