¿Cómo superar algo "imposible"? (rebotes con la doble raqueta)
Cuando comencé a hacerlo no sabía hasta donde podía llegar. Era tan difícil alcanzar, si quiera, 5 rebotes sincrónicos seguidos, que me picó el bicho de la curiosidad para seguir intentándolo. No encontré referentes en las redes (gente que hubiese hecho exactamente este mismo truco), así que solo podía analizar mis propios parámetros.
¿A qué me enfrentaba? A 7 cosas:
1. La mano izquierda debía estar al nivel de la derecha, en cuanto a la uniformidad de sus rebotes, es decir: conseguir rebotes derechos, que no se torcieran y que fuese casi siempre a la misma altura, sin desnivelarse con respecto a la otra extremidad. Había que tener mucho cuidado con la fuerza del golpe y la dirección (inclinación de la raqueta). Para eso tuve que practicar mucho con la extremidad zurda en diversos momentos del día: bajando o subiendo escaleras, mientras caminaba a comprar algo al supermercado, hacer malabar de dos pelotas con la derecha mientras la zurda raqueteadamente provocaba los rebotes, en esencia: incomodarla para que se disciplinara con ese rebote anti-torcido.
2. Ambas manos debían quedar horizontalmente a una distancia prudente la una de la otra, ni tan lejos, que alguna de las dos raquetas se me salieran del campo de visión; y ni tan cerca, que fueran a chocar entre sí. Esto refleja la búsqueda de una equidistancia óptima.
3. La altura a la cuál quedaban las raquetas, fue ensayo y error, hasta que encontré la posición óptima de mis brazos: ni tan abajo que tuviera que agachar la mirada y ni tan arriba que fuera incómodo (fatigando mis hombros). Muy parecido al punto 2, pero en lugar de horizontal, aquí se trataba de controlar lo vertical.
4. Otro detalle curioso ocurrió durante los intentos iniciales (cuando pasé la barrera de los 30): los rebotes me salían sincrónicos solo cuando yo pegaba unos brincos, tipo sapito, podía avanzar; cómo si mis rodillas se tuviesen que flexionar para sincronizarse con el salto de las pelotas. Pero sabía que saltar tanto (ese vicio motriz) no era sostenible porque, al pasar de los minutos, me generaba inestabilidad por tanto bamboleo. Así que al acercarme a los 90 rebotes fui consolidando una postura mayormente erguida y sin tanto giro. Solo agachándome para lo necesario (rescatar alguna pelota que se saliera del circuito controlado).
5. La capacidad de recuperar una jugada que casi daba por perdida. Cuando uno de los dos brazos (por lo general el izquierdo) tenía que extenderse mucho porque la pelota se me había ido muy hacia adelante, o muy hacia un costado, allí terminaba el juego. Hasta que aprendí a darle el golpe certero que trajera la pelota descarriada al nicho de seguridad (es decir, a la zona cercana a mi pecho).
O cuando las raquetas quedaban muy pegadas entre sí, corriendo así el riesgo de chocarse y perder. Desarrollé la Destreza de pegarle a ambas pelotas de una manera específica, aplicándoles un rollete hacia afuera a ambas, para evitar que las pelotas se golpearan o se cruzarán mortalmente. Una maniobra bastante quirúrgica, si se tiene en cuenta los pocos milisegundos que tienes para reaccionar. Al cruzar la barrera de los 100, me di cuenta que se me fue activando esa capacidad de recuperar el juego, de volver a poner las pelotas a la distancia optima en dónde pudiera manipularlas con seguridad.
6. La importancia del saque: si los 3 primeros rebotes los hacía con sigilo, era muy probable que esa seguridad se la transmitiera a los golpes venideros. Así como la frase, “por el desayuno se sabrá cómo será la cena”. Desde el arranque había que inyectar el orden (rebote parejo a ambas pelotas) que pretendes que se refleje en el desarrollo de toda la jugada.
7. La fatiga visual: después de llegar a los 98 rebotes, sentí un ardor en un ojo, al día siguiente. No soy experto en oftalmología, pero sentí que podía causarme un desprendimiento de retina si seguía realizando el ejercicio de la manera en que venía haciéndolo. Tuve que cambiar. Lo conversé con mi amigo Roger Elias, quién estuvo super pendiente de mi evolución en este ejercicio y además revisó las redes para comprobar que nadie en el mundo había publicado este récord. Me insiste en que avise a los Guiness, ¿le hago caso? jajaja Le conté que no quería seguir intentándolo más y él, sin ser intenso, me hizo ver formas de retomarlo sin causarme daño. Por ejemplo: a) surgió entre ambos, la idea de usar un parche en el ojo tipo pirata (para evitar que cada ojo quisiera encargarse de mirar una pelota, poniéndome visco) o b) enfocar la mirada de ambos ojos en una sola pelota (la que está bajo la custodia de la mano menos hábil) y la otra pelota que quede en mi visión periférica (casi nunca mirarla), confiando en que -la pelota que no miras directamente- sigue allí rebotando sin caerse (cómo si la pingponeara con los ojos cerrados). Y al aplicar la 2da opción, así fue como llegué a los 138 rebotes.
Otras sensación que experimenté tiene que ver con la noción del tiempo: yo no tenía un cronómetro a la mano que me fuera avisando cuántos segundos iba dominando la jugada, pero un palpito interno me indicaba cuando ya había pasado la barrera impuesta por mi propia marca anterior. Esto se evidencia cuando, al terminar un intento, tiraba las raquetas para ir rápidamente a revisar el vídeo en el celular jajjaja quería corroborar que me había superado así mismo y que podía contar los detalles de superación en esta crónica que estás leyendo, sobre cómo fue evolucionando un movimiento de alta dificultad. El día que llegué a 1 minuto (138 rebotes) analicé, en la repetición con cámara lenta, cómo se alteraba mi sistema nervioso cuando me sentía cerca de la meta (al pasar el segundo 50). Como el fenómeno que experimentan los tripulantes de un submarino, en el momento en que se les avisa que están a pocos minutos de llegar al puerto (de regreso a casa), suelen agitarse, se les acelera el corazón y la ansiedad los quiere devorar, hasta al punto de estrellarse contra las paredes para salir de la nave. Que en mi caso, si no lo domino, no hubiese llegado al tan ansiado minuto de mantener el movimiento.
Amo este ejercicio porque es una metáfora sobre como pasamos fácilmente del orden al caos y del caos al orden, rescatando situaciones que te conducen insalvablemente al Game over, cómo el equipo de fútbol que se acostumbra a remontar un gol en contra desafiando los pronósticos del más grande de los optimistas. Y se pule nuestra capacidad de mejorar la gestión de una actividad, en cada nuevo intento.
Te dejo el video que muestra toda La evolución del ejercicio desde el día cero. ¿en qué quisieras avanzar? dime un área, un ejercicio, una actividad en la que quieras ver un progreso así, y saque al cerebro de la zona de confort.
Comentarios