Aprender malabares en 8 días
En 8 días evolucioné mucho en algo que pensé que no haría en esta vida: Hacer que 3 pelotas bailen por los aires sin caerse de mis manos.
“En este vida no fue”, lo dije tantas veces. Y así como yo me sentencié con los malabares, hay muchas otras actividades que nos gustaría aprender pero a la que no le sacamos el tiempo. ¿Por qué? ¡Yo que voy a saber! ¡Sabrá Juaco! Jajaja bromeo ... Mmmmm tal vez nos desalienta saber que no la aprendimos de niños: antes de los 10 años. Pudimos aprovechar la primera infancia, etapa en la que la plasticidad podría conspirar a favor de nuestros sueños. Pero ¡basta de nostalgia! En esta reflexión pretendo sustentar porque se puede derrotar aquella frase de “lo que no fue, no será”, saludos a José José .
No es que me muriera por aprender malabares. Tampoco era algo que me quitara el sueño. De haber sido así le hubiese dedicado —hace mucho tiempo— los 30 minutos diarios que he empleado para afianzar este conocimiento. ¿Que si lo aprendí por curiosidad? Seguro que sí, sin embargo no fue ese el único motivo. Además quería saber qué se sentía enfrentarme a este desafío, ir superando esa barrera mental que uno supone que hay en la cabeza de todo el que se abstiene de practicarlo. Por otro lado, también sospechaba que la agilidad motriz, que ganara con este arte, la podía trasladar a la batería, instrumento que llevo más de 6 meses aprendiendo. La coordinación del Arte-A debe transferirse al Arte-B, tan fácil como quién envía una suma de dinero desde nequi a bancolombia. Cruzando los dedos para que no se caiga la App cuando recién diste click en “enviar”.
Por si fuera poco, este reto de los malabares me sirve de material para el libro “De la Torpeza a la Destreza”, que estoy escribiendo. Quería tomarme a mí mismo como experimento. Asumir el rol de periodista de inmersión. Quería comprobar, por mi propia cuenta, como se avanza pasito a pasito en algo en lo que estabas en cero, o en -1, re-amateur. Disfrutar la emoción de cada día ir ajustando algún movimiento que el día anterior no convencía. Identificar qué variable está complicando el resultado. Amistarse con el proceso. Como dijo Diana Nyad: “Necesito ser testigo de esta historia que dice: tu no te rindes”. Ella, a sus 63 años, batió un récord nadando desde Cuba hasta Florida.
Mi esposa, con experiencia en circo, fue la maestra. Me dedicó 5 minutos los 3 primeros días. Después me dejó solo, como debe ser. El primer día yo veía como ella formaba una tierna cascada de bolas en el aire, y dije: “si le meto consciencia a este proceso, voy a poder hacerlo como ella: poner en cámara lenta lo que la realidad me muestra en velocidad normal”. Como si tuviera el tutorial de YouTube allí en la pantalla, y pudiera bajar de 1x a 0.25x. Justo y necesario para segmentar el proceso en partes pequeñas. Quienes han aprendido a tocar instrumentos musicales afirman que una melodía se facilita cuando la divides por partes, en vez de tratar de aprender -de un solo- la totalidad movimiento (conjunto de acordes o notas que conforman una composición).
“Si yo pude, cualquiera puede”, lo mismo afirmé cuando los primeros sonidos (no perturbadores) me empezaron a salir en la guitarra, hace 3 años. O cuando había rodado 4 metros sin caerme de la patineta, hace dos años. O cuando había logrado decir 20 palabras seguidas sin haber tartamudeado, hace 7 años. En el libro “De la Torpeza a la Destreza” contaré más detalles de este experimento y de como otros (entrevistaré a 20 personas destacadas en su área) superaron lo torpeza inicial en eso que hoy en día les hace brillar.
Si pude aprender malabares, ¿podré aprender a desactivar una bomba nuclear?
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